Historia de Pajarito Remendado.
“Versión libre de un cuento popular. Cuando tenía cinco años pensaba que este era el cuento más hermoso del mundo. Sesenta años después sigo pensando lo mismo” Gustavo Roldán, 2011.
El árbol era como una fiesta de cantos y colores.
Docenas, cientos, miles de pajaritos de toda clase se juntaban para ensayar sus canciones apenas amanecía.
Y entonces el día parecía más lleno de luz y el monte se vestía de fiesta.
Ahí estaban todos los pajaritos.
Estaba el tordo pico blanco y la calandria, la torcacita y el cardenal, el siete colores y la viudita, la cotorrita verde y el hornero, la tijereta y el zorzal chalchalero, el pájaro carpintero y el martín pescador y la urraca y el picaflor.
Bueno, decir que estaba el picaflor es una manera de decir, porque en realidad el picaflor estaba y no estaba.
Apenas uno creía que podía verlo se aparecía en la otra punta del monte adornado un jacarandá o un palo borracho.
Estaban todos los pájaros y también estaba Pajarito Remendado. Y aquí comienza la historia porque, al fin y al cabo, esta es la historia del Pajarito Remendado.
Se llamaba así desde que una tarde, con ganas de pelear, la urraca le gritó:
-Cra cre crí, Pajarito Remendado, cri, cro, cru
Y así le quedó el nombre para siempre, porque sus plumas de distintos colores parecían los remedios de un traje viejo.
Ese día en que el árbol era una fiesta de colores, Pajarito Remendado se posó en la rama más alta.
Y ahí, mientras silaba a todo silbar, pasó un aguilucho y, rápido como rugido de sapo, cayó sobre Pajarito Remendado y se lo llevó por los aires.
-Ya tengo comida para mis pichones -pensó contento el aguilucho, con el pajarito apretado en el pico.
-¡Se lo llevan a Pajarito Remendado!¡Se lo llevaba el aguilucho!-comenzaron a gritar los pájaros desde las ramas.
-¡Se lo lleva el aguilucho! -gritaba el tordo.
-¡El aguilucho se lo lleva! -gritaba la calandria.
-¡Que lo suelte! ¡Que lo suelte! -gritaba el cardenal.
Muerto de miedo, Pajarito Remendado pensó que se acercaba su hora, pero los gritos le dieron una idea.
-¡Que lo suelte! ¡Que lo suelte! -seguían gritando todos, cada vez con más fuerza.
- Señor aguilucho -dijo el Pajarito Remendado-, mire qué pájaros meteretes.
El aguilucho siguió volando, pero miró con curiosidad el árbol lleno de gritos.
-Si, señor aguilucho, no puede ser que se metan con los problemas ajeno.
-¡Que lo suelte! ¡Que lo suelte! -seguían los gritos.
-¡Esto no puede ser! -dijo Pajarito Remendado-. ¡Dígales que qué les importa!
-¡Qué les importa! -gritó el aguilucho abriendo grande el pico.
Pero cuando terminó de hablar se encontró con el pico vacío, y vio a lo lejos que Pajarito Remendado se escapa riéndose a más no poder.
Se escapa, todavía un poco muerto de miedo, pero un mucho muerto de risa.
Ilustración de María Wernicke en “Historia de Pajarito Remendado” de Edelvives.
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